Vivencias polimórficas de un treintañero perplejo.

viernes, 22 de octubre de 2010

El pisito: Novela de amor e inquilinato


Irrespective of anything, leo El pisito de Azcona. El pisito: Novela de amor e inquilinato, pues ese es su certero título completo. Llego al libro en su edición de Cátedra Letras Hispánicas, lo cual me causa una satisfacción enorme, el hecho de que el logroñés Rafael Azcona comparta nómina en este canon extraoficial de nuestra literatura con nombres como Lope de Vega, Cervantes o Cortázar. El texto presenta un problema; por todos es conocida la versión cinematográfica de la historia, dirigida por Marco Ferreri y cuyo guión fue co-escrito por el italiano junto con Azcona.

La película, starring José Luis López Vázquez y Mary Carrillo, es una adaptación de 1958 de la novela original de 1957. Lo que Cátedra publica en 2005 es una reescritura que Azcona hizo en 1999 de la novela, basándose en la película. ¿Se entiende? Es una novela de 1999 basada en una peli de 1958 basada en una novela de 1957. Valga esta pedantería filológica para aclarar posibles malentendidos. Azcona reescribió hace poco pero no perdió sus precisas coordenadas espaciotemporales: el Madrid (y por extensión la España) cutre y bárbaro de los años 50. Para más información, véase Amar en tiempos revueltos.



Lo primero que me llama la atención del texto es que no se trata en absoluto de una novela de humor. La película tampoco lo era, pieza agridulce de un supuesto neorrealismo español, aunque confieso que la vi hace tantos años que ya no la recuerdo. Pero sí vi hace un año en Madrid una versión teatral starring Pepe Viyuela y Teté Delgado (función a la que me acompañaron dos clásicos lectores de Estatuas Verdes cuyo nombre no divulgaré, que se quedaron dormidos) y aquello quedaba claro que no era una comedia bajo ningún punto de vista. Nadie dijo que lo fuera, el que andaba confundido era yo.

Hay humor, negro, gris, y de todos los colores de la mala leche. Pero el asunto, al parecer sacado de una noticia real de prensa, es crudelísimo. La historia es simple: una pareja de clase trabajadora que frisa los cuarenta es incapaz de acceder a un piso para poder casarse, salvo que él, que vive de pensión en casa de una anciana, se case con la anciana con la esperanza de quedarse viudo pronto y así heredar el piso (ni siquiera el piso, sino el derecho a habitarlo como inquilino de renta antigua). La novia del prota se aviene al enjuague, y con la ayuda de varios secundarios para echarse a llorar se completa el costumbrista (¿o esperpéntico?) cuadro.


El estilo, con ser de un humorismo recatado, no dispendia florituras ni grandes hazañas técnicas. La estructura es lógica y cronológica, dividida en escenas con un probable tufillo a guión de cine. La lectura del libro es pues, facilísima, pues apenas engorda 112 páginas. Y sin embargo no lo digo para restarle mérito alguno, estamos ante una obra-testimonio, cuyo valor reside en lo que se cuenta más que en cómo, y aquí cobran fuerza las escenas dramáticas y los bien apuntalados (por numerosos tics y detallitos) personajes. Si se me permite el término, yo catalogaría El pisito como “tragedia de situación”.

En estos tiempos de crisis económica y de zozobras inmobiliarias la lectura de la novela de Azcona se hace –si no imprescindible- sí altamente ilustrativa y nutritiva. Y además que viene bien, qué caramba, recordar esa época no tan lejana en la que mucha gente (no percibidos como pobres) andaba con los zapatos agujereados o se lo pensaba dos veces antes de tomarse una cerveza en un bar. Más allá de lo patético de la anécdota El pisito tiene otra lectura, esta sentimental. Es la tragedia de un hombre castrado o calzonazos, incapaz de reaccionar ante los embates que le pone por delante la vida, y los trapos rojos que le presenta su novia, su jefe o su compañero de piso desaprensivo.



Conocemos a Rodolfo ya derrotado de antemano, no sabemos en qué momento perdió el empuje, pero se nos dan algunos inklings de otra época en que era capaz de ilusionarse o de tener una erección bailando con su novia Petrita. Al abúlico Rodolfo Petrita lo caza y su casera Doña Martina lo casa. Él se deja hacer, por mor de la comodidad, por no dar conflicto, y acaba así firmando su propia sentencia de… boda. Por dos veces. Las mujeres que lo manejan no son más culpables que él, que se deja hacer.

Puede por tanto este libro leerse como una cautionary tale moderna (para ellos y para ellas), y no solo como una pieza de época con olor a naftalina de pisito de realquilado. Sea como sea, lo recomiendo a todo el mundo. Y si no, ved la peli, cojones, yo a ver si vuelvo a revisitarla. Ya sabeís, los yankis tienen El apartamento (1960) de Billy Wilders, y nosotros El pisito: distinto contexto, distintas preocupaciones.

2 comentarios:

BORIS IZAGUIRRE dijo...

YO NO ME QUEDÉ DORMIDO...!!!

Fran G. Matute dijo...

Gran comparación de "El pisito" y "El apartamento". No había caído, pero efectivamente una es la equivalente a la otra y claro, las "diferencias culturales" se ven también reflejadas en ambas obras...

 
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