Vivencias polimórficas de un treintañero perplejo.

martes, 21 de junio de 2011

The Rocky Horror Picture Show


Todo el mundo sabe que la serie Caso abierto (2003- ) es una seriaza. Especialmente memorable para mí fue el episodio 21 de la 2ª temporada, por título “Criaturas de la noche”. Una tarde que estaba en Cosica empieza la serie y me veo que los personajes del episodio –ambientado en 1977- entran en un cine donde todo el público estaba de pie, cantando, bailando y chillándole a la película. En pantalla, un grotesco baile de travestismo, Susan Sarandon en paños menores y forzudos engrasados a ritmo de cabaret/glam rock. Sí, amigos: era The Rocky Horror Picture Show (1975).

Investigando me enteré de que aquello era el pan nuestro de cada día con aquella peli, clásico de culto donde los haya, cinta estrella del circuito de sesión golfa USA, calculo que debe ser la película que más dinero ha dado en la historia del cine, puesto que lleva exhibiéndose (bien que en poquitas salas) de manera ininterrumpida desde su estreno en 1975. Entonces recordé haber escuchado decir algo así al gran y difunto Jordi Estadella en su etapa de conductor (qué cursi soy!) del Un, dos, tres… responda otra vez (1991-1993), recuerdo a una troupe de gente rara haciendo un número musical en el programa, para promocionar la función de teatro. Supongo que por aquellos años debió representarse en España, no he podido encontrar el dato.


Para los que no lo sepáis, The Rocky Horror Show es un musical glam/travesti de fenomenal éxito, obra de Richard O’Brien y Jim Sharman, que fue adaptado al cine como The Rocky Horror Picture Show, convirtiéndose en una obra de culto. Gran parte de la fama que tiene (que hace que lo homenajeen en series como Caso abierto o Glee, el año pasado) le viene por el tema de la interacción del público con la pantalla, o “participación”, como les gusta decir a los freaks de la cosa.

El buen Nacho Camino me lo confirma: “Yo fui a ver la peli en Estados Unidos y es exactamente como se dice: gente con atrezzo: papel higiénico, periódicos, tirando arroz… y contestándole a la pantalla.” La gracia es que el público suele ir disfrazado y debe hacer en ciertos momentos clave (que están perfectamente codificados, hay bastante homogeneidad en todas partes) ciertas cosas alusivas a lo que sale en la peli: en una escena de boda tirar arroz, lanzar naipes cuando los cita la letra de una de las canciones, ponerse un periódico en la cabeza cuando en la peli llueve, etc., y también dar la réplica a los actores, diciendo frases del guión (o no), increpándolos, jaleándolos…


Yo la peli no la había visto y me llamaba bastante la atención. Aparte de su importancia en la cultura pop (fijarse: la Biblioteca del Congreso USA la declaró peli “significativa”, aunque ese estatus lo tiene hasta Desmadre a la americana, 1978) me interesaba su música, y este fin de semana la pedí prestada. ¿Veredicto? Me ha fascinado, pero esto no quiere decir necesariamente que sea buena. ¿Qué significa que una peli sea buena? Cada vez lo sé menos, la verdad, sufro una crisis acerca del criterio: ¿qué son un libro, una peli, un disco buenos? The Rocky Horror Picture Show es un despropósito sin pies ni cabeza a nivel narrativo. Sus diálogos oscilan entre lo grotesco y lo simplemente ridículo. Visualmente, esta película es el equivalente a que te den en el cogote con una merluza a medio descongelar (ya me entendéis…)… y sin embargo: LA HE VISTO DOS VECES ESTOY DESEANDO VOLVER A VERLA.

Pour quoi?, que diría Mourinho. No lo sé, amigos, creo que me ha enganchado por su música. Y –admitámoslo- porque tengo un imán para todo lo bizarro. El buen Fran G. Matute me dice que la música es ramplona y fácil (y él entiende de glam rock, no?) pero a mí las pegadizas melodías me han capturado para siempre. Todo está a caballo entre David Bowie y un mamarracho (si es que las dos cosas no son lo mismo), entre el musical, el cabaret, el rock y directamente la poca vergüenza. Y en 1975! (En realidad la obra de teatro es del 73, o sea, que esto se gestó en plena eclosión glam). Y hablando de gay rock, The Rocky Horror Picture Show me fascina porque es el mayor alegato gay que he visto, facturado de modo sutil, ya que la época no permitía demasiadas florituras.


La historia es simple: una pareja de novios modositos llega por azar a un misterioso castillo donde un científico loco (travesti) se rodea de una cohorte de bizarros para crear su particular monstruo de Frankenstein, que en lugar de un despojo humano es un macizo buenísimo. Conmovido por la pureza e inocencia de la pareja mojigata, el doctor travelo se dispone a corromperlos. El tema es que el doctor viste de mujer, algo muy normal hoy pero una aberración hace 40 años. La bandera gay campa a sus anchas por la peli (camuflada de arco iris, solo para iniciados, vous comprenez), asistimos a una glorificación del sexo hedonista, de lo gay, trans, bi, tri, etc., además de haber continuos homenajes a iconos de lo queer/bizarro como Steve Reeves, Charles Atlas o Lily St. Cyr.

Pero pese a su marcado tono sexual, no es este el único tema de The Rocky Horror Picture Show. El homenaje es continuo también al cine “malo” de género, tan malo que se sublima y acaba siendo bueno: exactamente igual que le ocurre a la obra que nos traemos entre manos. Las pelis de serie B, ciencia ficción, de miedo (“horror”, en inglés), de la Universal, la Hammer, la RKO, y no debemos olvidar que la estructura de Rocky Horror es deudora de toda la tradición de Frankenstein y productos derivados, aunque aquí el doctor se llama “Frank N. Furter”, en homenaje a la larga salchicha.


Vuelvo a la música: hay baladas, números de baile, rocanroles… aunque el tono que predomina es el de las showtunes: canciones de musical. El propio Meat Loaf aparece en la peli, interpretando la incendiaria “Hot Patootie -Bless My Soul”, y nada en vuestras vidas será igual después de escuchar canciones como “Sweet Transvestite” (el Dr. Frank N. Furter lo hace Tim Curry, en su mejor papel), la coreografía de “The Time Warp” o la perversión de “Touch-a, Touch-a, Touch-a, Touch me”, a cargo de una jovencísima Susan Sarandon plena de lujuria.

De modo que ya lo sabéis, si queréis solidez argumental, personajes redondos y diálogos inteligentes huid en la dirección contraria de esta película. Si por el contrario lo que buscáis es pasarlo bien, moviendo la entrepierna, corred al encuentro de The Rocky Horror Picture Show!

3 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Recuerdas a Antoine Roccamora, "Tony Rocki Horror", a quien Marcelus Wallace tiró de un cuarto (o sexto) piso, según las malas lenguas por haberle masajeado los pies a Mia? Migue.

Fran G. Matute dijo...

Yo ya di mi opinión sobre el particular aquí:

http://mypoorrheumaticback.blogspot.com/2008/12/la-obra-de-culto.html

Y me reitero...

Porerror dijo...

Ja, ja! Buen Fran, como hace dos años y medio de tu post no me había acordado. Si no te hubiera referenciado el enlace.

 
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