Vivencias polimórficas de un treintañero perplejo.

jueves, 13 de octubre de 2011

Primeras tardes con Coradino


No ha mucho que el buen José M. López recomendaba pasar una tarde con Faulkner (porque hay que leer a Faulkner, vous savez), con la excusa de un delicioso relato que se acaba de reeditar. Yo me permito parafrasear a vuestro admirado Juan Marsé y recomendaros encarecidamente que paséis una tarde con Coradino Vega, joven talento literario que está haciendo mucho ruido con su primera novela El hijo del futbolista (2010). No sé si lo he soñado o próximamente habrá nueva entrega del señor Vega, pero mientras tanto la lectura de este debut es muy pero que muy recomendable.

Por no decir obligada para todos aquellos que solo tienen recuerdos de la Democracia, aquellos hijos de la Constitución del 78 y del Mundial 82. Lo que otro novelista joven, Daniel Ruiz García, llamó de un modo off-the-cuff, la Generación Fanta. Gente que vio la Expo y las Olimpiadas de Barcelona, que escuchaba Nirvana y Guns N’ Roses durante el BUP, que se palotizaba con Sabrina y Diana la de V (1983-85). Todo el mundo entiende de qué estoy hablando, todo el mundo entenderá de qué habla Coradino Vega en El hijo del futbolista.


Somos los adultescentes, se nos acusa de no haber abandonado la adolescencia hasta muy tarde (if at all), de resistirnos a asumir las responsabilidades de la edad adulta. Así y todo, pese a leer tebeos, pese a ver dibujos animados en la tele, pese a coleccionar figuritas articuladas, somos los médicos, abogados, ingenieros, periodistas, farmacéuticos, informáticos, ejecutivos y profesores de hoy, no se llame usted a engaño, señora. El Hijo del futbolista teje hábilmente las dos facetas clave de la vida adolescente: la pública (el instituto, la que ven los papis, de puertas para afuera) y la privada (la íntima que cantaba Brian Wilson en “In My Room”, la de los colegas y los ligues).

El futbolista a que hace mención el título es el padre del narrador-protagonista. Un jugador de fútbol a punto de romper, eterno aspirante al triunfo, o –dicho en un lenguaje menos piadoso- eterno fracasado. Porque no llegó a jugar en la Primera División ni a forrarse, pese a ser un honrado padre de familia que lucha y provee. Esta condición de hijo de una casi figura del balón marca al prota, de modo que todo lo que él haga o deje de hacer (en el fútbol y en cualquier otro ámbito) será juzgado en relación a lo que hizo su padre. Otros antepasados: los abuelos del chico, cuya problemática relación con la Compañía minera de Riotinto proporciona el telón de fondo contextual de la novela.


Con una sorprendentemente fresca mirada sobre el tan manido tema de la Memoria Histórica, Coradino Vega logra fintar las palabras grandilocuentes y los gestos políticos para dibujar el verdadero impacto de la historia y la memoria en las vidas pequeñas de la gente de a pie. La peculiar situación del pueblo onubense de Minas de Riotinto y su explotación minera a manos de los ingleses (si no saben del caso infórmense) sirve de excusa para pintar un Bildungsroman más que decente, en el que las ansias por conocer del chaval protagonista se canalizan en una búsqueda de la enturbiada verdad de su pasado.

En cuanto a la esfera de lo privado, la bebida de litronas, las trastadas, los besos y magreos inaugurales, pienso que el autor encuentra la nota justa. Y si el discurso suena en ocasiones un pelín naíf y/o envarado –como he escuchado decir-, yo lo achaco a que todo adolescente que se precie siempre suele darse una importancia desmedida, como debe ser.


Para ser una primera novela, no se me ocurre un debut más prometedor y -dada su brevedad- que te deje con ganas de más. Le reconforta a uno que alguien tan joven bucee con tanta ilusión en el pasado de su tierra, entrando con luz y escoba en el cuartito de las telarañas de los mitos. Y siempre mola (al menos a los de mi quinta) un libro con coordenadas temporales tan precisas, algo que comparte con otros de su generación como Pablo Gutiérrez. Yo me lo leí de una sentada, en una tarde-noche. Esperemos que este autor nos depare muchas más de deleite.

4 comentarios:

Mariolaprofe dijo...

Oye, Porerror, ¿has leído a Pablo Gutiérrez? ¿Qué te parece? Igual no te gusta, porque nunca te he visto comentar nada sobre él. Por eso me ha llamado la atención tu comentario

Porerror dijo...

Oye, Rosas, restos de alas me ha gustado muchísimo, aunque algunas cositas me han dado un pelín de repelús. Tú lo has leído? Nada es crucial me lo han recomendado mucho, también.

Anónimo dijo...

EN LA LIBRERÍA PRISMA YA ME LO ESTÁN BUSCANDO...

Mariolaprofe dijo...

Porerror, te contesto tarde, pero espero que lo leas. Es que Pablo es muy amigo mío, por eso me ha alegrado que alguien con criterio como tú lo nombre. En Rosas, restos de alas, no sé qué te habrá dado repelús, pero si son párrafos que se repiten, eso se debe a un error en la impresión. Según me contó, la edición fue un poco mala. A mí me sorprendió muy gratamente.

 
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